jueves, 30 de agosto de 2012

Los rosquetes de abuela Isabel

En estos días en los que mi abuela Isabel anda un poco pachuchilla, creo que es de justicia hacerle un pequeño homenaje compartiendo con vosotros la receta de sus rosquetes, uno de los dulces más preciados de la cocina canaria que cuando eran elaborados por sus ya castigadas manos sabían a gloria bendita. Para hacer honor a la verdad debo decir que sus hijas, mi madre y mis tías, han sacado su buena mano, caracterizada por "el pulgar de los Santos" (que yo no he heredado, desgraciadamente, aunque sí tengo todo el rejo del sector femenino de la familia, que es más peligroso, jejejeje), y cocinan también unos rosquetes que son puro vicio.

Ésta es la receta que copió mi madre mientras abuela se la iba cantando de memoria. Esos son los mejores recetarios: los que se aprenden de memoria a base de la repetición, que 10 hijos y 23 nietos precisan de MUCHA comida. Aquí os dejo la receta. Lo que está en cursiva son los comentarios que yo he ido añadiendo.


ROSQUETES

Idea: Abuela Isabel

Ingredientes:

· 1 taza de huevos (yemas y claras)
· 1 taza de azúcar rasa
· 1 taza de aceite de oliva
· 2 tazas de leche
· 1 Royal (sobrecito de levadura en polvo)
· Limón rallado
· Matalaúva (anís)
· +/- 1 ½ kilo de harina repostería (más o menos)


Preparación:

Se baten bien los huevos con el limón y la matalaúva, se van añadiendo el resto de ingredientes y por último se pone la harina poco a poco hasta que la masa esté blanda para enrollar los rosquetes.

Imagen de internet


Se deja la masa en reposo +/- (esto significa "más o menos", es que mi madre es de matemáticas...) dos horas. Según mi abuela, que reposen es lo más importante para que queden esponjosos, que las prisas de estos tiempos son malas y todo eso que nos dicen con tanta sabiduría las personas mayores... 

Se van cogiendo trocitos y se les da la forma de rosquillitas: hacemos un hilillo (como con la plastelina) y luego lo enrollamos para formar una circunferencia. Podemos ir preparando algunos para antes de freír y colocarlos sobre una bandeja untada en aceite. Esto es lo que había puesto mi madre como "enrollar los rosquetes", pero por la red anda mucho cazurro suelto... xD 

Se fríen lentamente en aceite de oliva hasta que estén doraditos. Una vez que los sacamos de la sartén o de la freidora (nunca una industrial, siempre a lo antiguo) los tenemos que poner sobre un papel que absorba el aceite sobrante. Lo ideal es poner un papel marrón de embalar, doblado, que podremos reutilizar si es preciso. Imagino que las servilletas también sirven, pero no es lo mismo. Los rosquetes se ponen sobre papel marrón de embalar y punto. 


Para el almíbar:

· 1 cáscara de limón
· 2 tazas de azúcar
· 1 taza rasa de agua

Se pone todo al fuego hasta que esté a punto de hilo.


Una vez fríos se almiban poco a poco y se dejan secar sobre un papel hasta que estén fríos (el mismo papel marrón del que hablábamos antes). A ver, esto es un poco complicado. Hay que ponerlo todo a hervir hasta que la mezcla hace un hilo cuando levantas un poco con una cuchara. Si se pasa es una birria. Es probable que se pase, pero no os desaniméis, hay que ir poco a poco y seguro que os sale a la primera. Mi abuela hacía el almíbar en una olla de metal de las antiguas, en las modernas también sirve, pero cuanto más "original" mejor. Una vez que está el almíbar hecho se echa encima de todos los rosquetes que estén enfriando. Se cogen varios rosquetes y se meten en la olla en la que se ha hecho el almíbar y se remueven, y se vuelven a echar al montón. Repetir el proceso hasta que todos los rosquetes han sido "mareados" en la olla del almíbar, pero recordad: ¡¡El almíbar se lo tenéis que haber echado por encima previamente!!

Guardar en un recipiente cerrado para que no se pongan duros.


Foto cortesía de Chelo o de Nieves, después de tres años no me acuerdo.


Ésta es la única foto de rosquetes de la familia que he encontrado; es de las fiestas de Teguedite del año 2009. No es que no hagamos rosquetes, no, ¡es que no llegamos a tiempo de hacerles la foto!

Aunque dan trabajo, anímense, que el resultado vale la pena, son económicos, salen muchos y se pueden guardar para que duren (no se los coman todos de una jartá). Además, ¡están riquísimos!



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